martes, 15 de mayo de 2012

FRACTURA POR AVULSIÓN DE LA CRESTA TIBIAL


            Llamamos cresta tibial al promontorio óseo que existe en la cara craneal de la epífisis proximal de la tibia (cara delantera, de la parte más cercana a la rodilla de dicho hueso).
            Durante el crecimiento, esta cresta está unida a la tibia por una delgada línea de crecimiento llamada fisis cartilaginosa que es muy frágil, y susceptible a lesiones. Además, es el punto de inserción del tendón rotuliano, del cual tira todo el cuádriceps femoral.  Estas dos características determinan que ante determinados traumatismos en perros jóvenes,se produzca la separación total y el desplazamiento de la tuberosidad tibial. Es lo que se llama avulsión de la cresta tibial.
            El paciente modelo en el que buscaríamos este tipo de fractura sería un animal inmaduro, en crecimiento, con historia (o no en algunos casos) de traumatismo en extremidades posteriores, y con claudicación sin sostén de peso.
           

Se aprecia el desplazamiento hacia dorsal (arriba) de la porción afectada , dejando una separación muy pronunciada entre la tibia y la cresta.

 


                Durante la exploración, encontraremos inflamación en la zona proximal de la tibia, por debajo de la rodilla. Habrá dolor a la palpación de la cresta tibial, y reticencia al movimiento de flexión y extensión de la rodilla. Para confirmar el diagnóstico, lo más común es recurrir a una radiografía latero-lateral de la rodilla.
            Conseguido ya el diagnóstico, lo primero será reducir la inflamación y el dolor en la zona mediante analgésicos-antiinflamatorios, e inmovilizar la extremidad hasta que se determine la mejor manera de solucionar la fractura. La inmovilización será con un vendaje Robert-Jones, que cambiaremos a diario en caso de tener una fractura abierta.
            Para la resolución de esta patología, se puede elegir entre una inmovilización de la extremidad con escayola, o cirugía para la inmovilización interna con alambres de Kirschner cruzados y cerclaje, o con tornillos. De las dos posibilidades, la de mayor éxito es la cirugía, pero también es la que puede afectar al funcionamiento fisario, es decir, de las líneas de crecimiento. Por eso, de inclinarnos por la opción quirúrgica, lo recomendable sería retirar la fijación una vez normalizado el foco de fractura.
            El pronóstico es bueno en la mayoría de los casos, siempre y cuando se opere o se inmovilice la extremidad en el menor tiempo posible, y que no haya complicaciones de ningún tipo.